¿Te imaginas tu vida sin sal? 

La sal está presente desde hace miles de años en nuestra cocina. Se trata de un producto cristalino que utilizamos para resaltar el sabor de los alimentos que comemos. Este elemento tan preciado lo obtenemos del agua del mar y de las montañas.

En multitud de culturas en todo el mundo se empleaba no sólo para condimentar la comida, también para preservar los alimentos durante largos periodos de tiempo, algo muy importante cuando no tienes nevera o refrigerador.

Cada célula de nuestro organismo necesita sodio para poder llevar a cabo sus funciones, el sodio participa en la regulación del balance de los fluidos que transportan nutrientes y sustancias que permiten el correcto funcionamiento de todo el organismo.

La sal aporta minerales como magnesio, potasio, sodio, flúor, yodo y cloro. Como el propio cuerpo no produce, por ejemplo, ni sodio ni cloro -dos iones necesarios para regular el equilibrio de líquidos en el organismo, el pH sanguíneo, los estímulos nerviosos, entre otros- debemos obtenerlos de los alimentos.

Es muy común que haya entre la población bajos niveles de yodo. La sal yodada puede ser una buena fuente de este oligoelemento tan importante para nuestra salud. El yodo es esencial para crear hormonas tiroideas las cuales pasarán a regular multitud de procesos en nuestro organismo. Alteraciones de estas hormonas pueden producir hipertiroidismo e hipotiroidismo.

Sin la cantidad adecuada de yodo, la tiroides puede volverse incapaz de sintetizar hormonas tiroideas en cantidad suficiente, factor responsable de una serie de alteraciones funcionales y del desarrollo de enfermedades que reciben el nombre genérico de Trastornos por Deficiencia de Yodo. Por esta razón, como amenaza a la salud mundial, organismos internacionales recomiendan el consumo habitual de sal yodada (enriquecida en yodo).

¿Cuánta sal se debe tomar?

Es importante destacar que la recomendación saludable de consumo de sodio es de 5-6 g de CINa/24 hs, pero el consumo de sal actual supone que, alrededor de un 10% de la sal que consumimos corresponde a la sal agregada en la mesa o al cocinar, mientras que el 75% proviene de los alimentos procesados.

En general, se podría decir que lo que se debería apuntar a reducir es el contenido de sal que está en los alimentos ultraprocesados, más que eliminar o reducir el consumo de la sal que empleamos al cocinar.

 

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